De doctores, doctorados y otras cosas de papel

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Imagen tomada de: «The best family physician and household companion» (1889).

He tenido sentimientos encontrados tras leer la columna de Margarita Orozco en el portal web de la Revista Semana. Considero que toca aspectos fundamentales de la situación de los profesionales con posgrado en Colombia, tanto en lo que respecta a los salarios como en las perspectivas y posibilidades que existen para la investigación en universidades y otras instituciones.

Concuerdo con ella en que las acreditaciones se han convertido en una hidra inabarcable, empezando por los puntos que los profesionales deben acumular a punta de artículos, congresos y libros para poder clasificar a una entrevista de trabajo o a un concurso docente en una entidad pública.

Sin embargo creo que Margarita Orozco fue también algo condescendiente con la situación de los «doctores» (que no por tener un diploma de PhD deberían esperar que les llamen así). Por un lado, hay una intención de mostrar a quienes han obtenido un doctorado como víctimas de un sistema absorbente y macabro que los usa y les da poco para desarrollarse como investigadores.

Soy consciente de que quienes dedicamos varios años de nuestra vida a adquirir ese diploma hacemos sacrificios: vivimos con salario de estudiante entre los 18 y los 35 años, reducimos nuestras posibilidades laborales a unas cuantas universidades y en muchos casos ponemos en riesgo nuestras relaciones sentimentales: o la pareja o los libros. Ni hablar, por supuesto, de que las mujeres que quieren ser madres deben esperar hasta haber conseguido un trabajo estable después de más de 15 años de estudio, para empezar a contemplar la posibilidad de traer un hijo al mundo no con un pan, sino con un diploma de su progenitora bajo el brazo.

El hecho de tener un doctorado no nos hace mejores ni peores personas aunque sí nos da otras experiencias de vida. No creo que Colombia goce de un grupo numeroso de personas con doctorado buscando solucionar los problemas del país; por el contrario, veo cómo los títulos universitarios se sobrevaloran socialmente y una persona que tiene su diploma termina muchas veces convirtiéndose en lo que dice en ese pedazo de papel: «Hola, soy Lina, doctora en Historia»; «Mucho gusto, Antonio, Ph.D en Ingeniería biomédica».

Yo misma muchas veces me sorprendo presentándome así (aunque aún estoy en la carrera por el pedazo de papel) y más ahora que estoy pasando unos meses de investigación en una universidad de Estados Unidos, donde los candidatos a doctorado valen por el asesor que tienen, por cómo están conectados y por los premios y financiaciones que han obtenido.

He tenido la fortuna de contar con grandes maestras/os que me han enseñado muchas cosas importantes para la vida. También me transmitieron su pasión por el conocimiento y la disciplina que se requiere para ser investigadora, además de que me han demostrado que se pueden hacer proyectos interesantes y propositivos cuando existen las ideas, la visión y la voluntad.

Sin embargo también me he topado con la otra cara, la que desprecia a sus colegas y sus trabajos, la que se cree mejor que los demás porque la invitan a dar charlas internacionales, la que cree que lo que está por fuera de la academia es la feria de la mediocridad o la que considera que los estudiantes en este país no tienen futuro.

Sin duda el gobierno debe prestarle más atención a la inversión en educación y hay que plantear un debate más participativo y profundo sobre lo que Colciencias considera investigación en este país, principalmente cuando se plantea bajo la perspectiva de la tecnología y la innovación.

He visto cómo muchos de nosotros renegamos del sistema educativo e investigativo en el país, pero nos unimos a sus filas  apenas nos graduamos. Criticamos las revistas académicas pero nuestras preocupaciones principales giran en torno a publicar en ellas y entre más internacional y prestigiosa, mejor.

Tener un diploma de cualquier grado nos confiere una responsabilidad importante en nuestra sociedad. El reto está en abrir otros espacios (que también pueden estar en las universidades) y arriesgarnos a hacer lo que no nos enseñan en los pregrados, maestrías, doctorados y posdoctorados: dejar de depender tanto de las instituciones y crear otras formas de construir y compartir lo que sabemos.

La solución a los problemas educativos y laborales en Colombia no está solo en manos de las instituciones que, como dice Margarita Orozco, aprovechan el escalafón de sus empleados para la presentación de Power Point y para los formularios ISO. El primer paso es dejar de sentirse un «doctor» solo por haber obtenido un diploma en la universidad.

6 comentarios

  1. La cuestión más critica de la producción institucional del conocimiento es que limita la creatividad, o la posibilidad de plantear soluciones creativas desde los talentos o el universo que conocen las personas (de todas las clases sociales, con cualquier nivel educativo, etc)
    Aparte, lo que la intuicion me dice al ver los ritos y la producción de las academias es que aparentemente el ejercicio investigativo se quedó en modales, solemnidad monástica y en la metafora de como los academicos se dedican a la «caricia de tortugas», Nada mas recordar lo que mencionaba Jorge Orlando Melo en una columna reciente, diferenciaba al academico actual con el del siglo xx por su cercania con el estado: los de hoy ruegan por los presupuestos, los de antes tenian un escepticismo y distancia por el estado como entidad y por el desempeño de la burocracia.

    Construir y crear desde afuera, (superando la necesidad del analisis y la opinion que se manufactura en las 4 paredes institucionales) es un reto grandisimo y durisimo. cuesta, duele, pero es necesario intentarlo. yo lo he hecho por ahora, no he ganado nada aun, pero la batalla continuará hasta que la biología lo permita. saludos para Lina.

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    1. Santiago, gracias por comentar. Comparto tu idea de que uno de los principales retos que tenemos quienes estamos en el mundo de la academia es la creatividad y la capacidad de construir alternativas a un sistema que, en gran medida, absorbe nuestras posibilidads de hacer y proponer tambien otras formas de conocimiento.

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  2. Comparto tus comentarios, en particular el de la responsabilidad especial con la sociedad que les confiere a los PHD su diploma. Creo que para el país es muy importante contar con personas tan preparadas si en sus actividades están aportando a abrir nuevas perspectivas de pensamiento y oportunidades de acción. Es esencial por lo tanto, el tiempo que le dediquen a la academia, a la investigación y a dar a conocer sus areas de acción e investigación aplicadas a nuestra realidad.

    Pienso que el sistema en la actualidad, de retribución y reconocimiento para ustedes, es injusto comparado con el esfuerzo que le han dedicado a su preparación, pero también creo que este espacio de respeto y liderazgo, se irá generando y creando con los testimonios y ejemplos que vayan dejando. Para ello, empezar a dejar de sentirse un «doctor» es un paso importante; participar también en otras instancias, inclusive las «aburridas» tareas administrativas, que siempre harán parte de la vida real, será igualmente una oportunidad para mostrarle el camino a tanta gente que los está buscando como guía y que aprenderá intuitivamente a distinguir cual es el verdadero doctor. Ustedes son indispensables, con su ejemplo, y ya muchos lo están haciendo, para que este país entre por la senda del desarrollo equilibrado con conocimiento y liderazgo.

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    1. Gacias por compartir tu experiencia, que tiene de ambos lados. Estoy de acuerdo en que lo «aburrido» y lo «divertido» siempre van de la mano. De hecho, creo que en el caso de las ciencias sociales y humanas también sería importante ampliar los campos de acción, para que podamos pensar en la posibilidad, por qué no, de emprendimientos sociales y culturales sin tenerle miedo a los números o a lo administrativo.

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  3. Estoy de acuerdo con sus «sentimientos encontrados». Esa columna me parece muy desafortunada, peor aun toda la atencion que ha llamado. No he realizado PhD pero conozco personas con Ph.D. de todos los continentes y a ninguno los llamo Doctor.. (incluyendo a los Colombianos, ya que son amigos y los llamo por el nombre sin adicionales), ninguna persona con Ph.D. que conozco exigiria o sugeriria que la llamen doctor. No creo que el autor de esa columna tenga doctorado, si lo tuviera no creo que escribiria una columna como esas. La actitud que propone es de un elitismo terrible, seguramente el autor de esa columna aspira a tener en unos años el titulo de Ph.D. y le preocupa no tener mecanismos de distincion social en la salutacion, la dilucion o vulgarizacion del uso de «doctor» o «doctora» no es algo que deba preocupar. Seria es grave que en el ambito academico o profesional alguien se proclame Dr. sin serlo, cuando el Dr. puede inferir el haber obtenido un titulo de doctorado o Ph.D.
    El uso de Dr. tiene origenes y explicaciones mucho mas interesantes que por supuesto los expertos opinadores no sacan tiempo para pensar o investigar. Como en Mexico, esta relacionado con la cultura legalista. En fin…. un video para recordar la insensatez de esa columna:

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    1. JA, gracias por comentar. Pasé muchos años preguntándome por qué estos personajes de Chespirito existían y ahora que compartes ese fragmento lo entiendo todo. El «licenciado» y el «doctor» es un mal que sospecho viene de otro continente y quedó impregnado en toda América latina.

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